Lupita Nyong'o |
Cuando Borges afirmó que la belleza es un hermoso misterio que ni la psicología ni la retórica son capaces de descifrar desconocía que un día la ciencia lograría desentrañar el enigma. Según un estudio de la Universidad de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos), publicado hace un mes, la relación entre belleza exterior y bienestar interior es tan estrecha que a partir de ahora la segunda no se podrá entender sin la primera. Lo que en ausencia de datos nadie con dos dedos de frente se atrevería a promulgar es desde hoy una realidad. El culto al cuerpo y los miles de euros invertidos en tratamientos, alimentos de calidad y horas de gimnasio no pueden seguir considerándose temas superficiales o menores, pues, al parecer, la gente guapa vive más y enferma menos. Esta es la idea que concluyen los expertos tras analizar los perfiles de 15.000 voluntarios estadounidenses.
Según los resultados obtenidos de las entrevistas realizadas, belleza y felicidad no se pueden analizar por separado: la mayoría de las personas guapas tienen los niveles de colesterol a raya, la presión sanguínea controlada y su alimentación sigue las recomendaciones de los expertos. Asimismo padecen menos enfermedades crónicas, tienen mejores tasas de fertilidad y poseen una mayor capacidad para sortear los males de raíz neuromuscular. El estudio, que durante diez años ha seguido las aventuras y desventuras de un grupo de personas con edades comprendidas entre los 24 y los 35 años, afirma que los guapos también se deprimen menos –los casos diagnosticados de depresión son notablemente inferiores con relación a la media occidental–, tienen menos alergias y cuentan con menos posibilidades de padecer un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
Nada se sabe sobre los criterios de belleza que siguieron los responsables del análisis al reclutar a los sujetos estudiados. Quienes quieran rebatir las conclusiones, podrán ampararse en la idea de que es científicamente imposible determinar qué persona es guapa o menos guapa, ya que no deja de ser algo subjetivo. Sin embargo, Joseph L. Nedelec y Kevin M. Beaver, autores del estudio, explican que su investigación se basa en una escala de cinco niveles que diseñaron conforme a los cánones aceptados, sin aportar más detalles. Quienes rechacen el argumento tampoco podrán creerse otras observaciones que en el pasado demostraron científicamente que las personas guapassacan mejores notas, sus trabajos están mejor remunerados o sus hijos les hacen más caso. Después de todo, siempre habrá quien diga que sobre gustos no hay nada escrito.
Si damos por válidos los resultados del estudio, quienes se resisten a aceptar que el factor psicológico desempeña un papel determinante en nuestra salud quedarían en evidencia. La idea de que un físico agraciado puede ser sinónimo de salud no debe entenderse como la capacidad de la belleza para garantizar un bienestar per se, sino como la consecuencia de un estado mental determinado. Se trataría, pues, de otro experimento que prueba quela satisfacción y confianza derivadas de un pensamiento positivo permiten al organismo trabajar sin alteraciones. A riesgo de enmendar la plana a la medicina tradicional, los investigadores de la Universidad de Cincinnati suscriben una tendencia que lleva tiempo reclamando su sitio.
Un estudio de la Universidad de Duke demostró hace unos años que el estrés, por ejemplo, debilita el estado inmunológico y aumenta el riesgo de contraer infecciones.Otras investigaciones revelaron en el pasado que las personas positivas enferman menos y tienen menos riesgo de padecer cáncer. Pero más allá de la propia enfermedad, si la belleza es un inmunizador que colma de ventajas a quien la posee –como bien afirma el estudio publicado hace un mes–, probablemente se debe al hipotético bienestar interior que favorece. En cualquier caso el debate está abierto.
Nota: SModa
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