La beba tenía la ropa empapada y temblaba de frío. Llegó a bordo de la lancha neumática L. S. Hermes, la más pequeña y manejable de las embarcaciones que participó en las tareas de rescate en esta ocasión.
Princesa llegó a la Punta del Santo, el espigón de Tarifa (Cádiz) donde en estos días atracan los barcos de Salvamento Marítimo repletos de inmigrantes subsaharianos. Viajaba sin sus padres, pero iba con otros dos bebés, tres hombres y cinco mujeres, dos de ellas embarazadas. Los rescatistas recogieron a Princesa de una lancha de juguete, igual que a los demás, pero sin sus padres.
Los compañeros de travesía contaron que los padres de la beba intentaron subir sin éxito a la balsa de juguete cuando se produjo un confuso altercado con policías marroquíes. En un francés atropellado, ellos relataron que hubo un intercambio de pedradas que provocaron que los padres dejaran a la niña en la embarcación mientras ellos se quedaban en tierra.
Princesa ingresó a la agrupación local de la Cruz Roja de Tarifa con fiebre (38,5 grados). Estando en el puerto, una enfermera le suministró un antipirético infantil, luego durmió en una bañera, arropada por una manta. Desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde ni pestañeó. Tiene cinco dientes y unos ojos negros muy vivos que escudriñan todo. La beba quedó al cuidado de María Ángeles, una voluntaria de Sevilla, de 33 años, madre de dos niños. Cuenta "con el vello de punta" y con la niña en brazos, que la Policía esperará a que sus padres la reclamen. Entretanto, su destino más probable es un centro de internación de extranjeros.
Durante todo el día, Princesa pasó de regazo en regazo de las voluntarias que se negaron a bautizarla. En un centro donde otros 13 pequeños corretean en medio de juguetes de la Cruz Roja, ya se le conoce por Princesa. En todo el día, apenas lloró. "Cuatro lágrimas, nada más". Se tomó, de un tirón, dos mamaderas de leche.
Entre el lunes y el martes, 1.300 inmigrantes decidieron hacerse a la mar a bordo de más de un centenar de frágiles botes inflables de juguete sin que la Gendarmería y la Marina marroquíes movieran un dedo para interceptarlos.
Entre los inmigrantes había 48 niños de menos de seis años que fueron rescatados por los efectivos de Salvamento Marítimo y atendidos por Cruz Roja, según publica El Mundo.
El ministro del Interior marroquí, Mohamed Hasad, admitió "disfunciones que han podido suceder y que serán corregidas muy rápido" en el dispositivo de seguridad del Estrecho. Ayer, a la hora en que Hasad entonaba el mea culpa, las patrullas de Marruecos acumulaban ya muchos viajes rastreando en alta mar, algo que habían evitado los días anteriores. Según fuentes del gobierno español, ya habían interceptado tres balsas aunque no pudieron evitar que unos 80 subsaharianos permanecieran horas encaramados a la valla fronteriza de Melilla, en un nuevo asalto masivo protagonizado por unas 600 personas.
En la hilera de contenedores del Espigón de Tarifa se apilan las pruebas de lo que nunca se ha visto en el Estrecho: decenas de embarcaciones inflables que la Guardia Civil ha rajado para evitar que puedan volver a usarse, o que alguien decida ponerles precio y revenderlas.
Las balsas que llegaron esta semana al espigón de Tarifa están cargadas de historias y dramas que, en el caso de los niños, son aún más tristes. En las pésimas condiciones que estos inmigrantes hacen sus travesías, el hecho de que lleguen a puerto con vida es casi un milagro.
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