Turco es un perro joven de raza labrador, era andaluz, abandonado, con una gran herida en el cuello para sacarle el microchip. Andaba muy flaco, con toda clase de parásitos, lastimado en el hocico, estaba tan traumatizado que se había olvidado de ladrar. Un día un grupo de soldados lo encontraron y lo llevaron al cuartel, estuvo un año sin poder volver a ladrar. Cristina era una soldado que estaba sola es esa ciudad y quería tener un perro de compañía, se lo ofrecieron y se enamoró de él enseguida. Cristina enseguida fue a la casa del veterinario y se lo llevó para su casa, lo llenó de cariño, de amor, pero seguía sin poder ladrar.
Con el amor de Cristina, Turco se curó y recobró las ganas de jugar, la alegría, aunque la nobleza nunca la había perdido. Le encanta jugar y correr por la playa, pero Cristina tuvo que volver al cuartel, y a Turco lo dejó en casa de su madre, allí conoció la nieve y fue feliz, pero aún le quedaba algo grandioso por realizar.
Un bombero perteneciente al grupo de rescate lo vio andar y vio que tenía madera de héroe. Ellos ya tenían un perro rescatista pero siempre andan buscando nuevos valores. Le pidieron permiso a Cristina para realizarle una prueba, ella les puso tres condiciones.
Que si no superaba las pruebas se lo devolvieran. Que no le cambiaran el nombre y que cada vez que viajara a esa ciudad pudiera verlo.
A los 15 días la llamaron para avisarle que Turco ya ladraba, que había comenzado los entrenamientos de rescate, en los edificios con muy buen éxito. Le enseñaron los distintos olores y como llegar a las víctimas. Con la catástrofe de Haití, Turco tuvo su prueba de fuego. SALVÓ 18 VIDAS.
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